sábado, 28 de noviembre de 2009

Encuentro con Jorge Bucay




A Jorge Bucay




La verdad es que todavía no he conseguido leer un libro de este autor. Y lo he intentado algunas veces, pero quizá no era el momento ni el libro adecuado.



Jorge, dió comienzo a su intervención compartiendo una cita de Cortazar: "Los cuentos se pueden usar para dormir a los niños o para despertar a los adultos"



Dicen que Jorge Bucay (Buenos Aires, 1949) llena estadios contando cuentos. De hecho, recorre el mundo recitando historias y a los rincones que él no llega sí lo hacen sus libros -más de veinte tiene publicados- de autoayuda y docencia terapéutica. Ayer esa terapia suya a base de fábulas, de bellas historias reales y otras irreales animadas con el acento y la labia bonaerense, llegó a Málaga, a la sala llena de público del Ámbito Cultural de El Corte Inglés.

El encuentro previsto tuvo que repetirlo dos veces, por la gran asistencia de seguidores.
Bucay hizo un monólogo de artista, salpicado eso sí de las risas y los aplausos sonaron en un auditorio dónde nadie abandonó su silla antes de tiempo.
Pese a poner por delante que su único mérito es «decir en mis cuentos cosas obvias, pero que merece la pena decir», y a pedir en voz alta que «que se desconfíe de los conferenciantes, porque al final nunca sabes de dónde han salido», el escritor y terapeuta no escatimó recursos para hacer disfrutar a su público. En unos cuarenta y cinco minutos contó unas historias, que iba sacando como el mejor mago saca conejos de una chistera, habló del amor obsesivo y dependiente de sus padres -«ese que yo siempre digo que es lo peor, y que a ellos les funcionó tan bien, para que se vea cómo son las cosas»-; de su origen humilde como nieto de emigrantes de oriente medio en Argentina; de su abuelo paterno «borrachín y simpático»; de la abuela que le miró con los ojos de no haber entendido nada cuando él le preguntó si era feliz; del abuelo materno que eligió a su mujer entre cinco hermanas porque, de todas, «era ella a la que mejor le podía sentar el vestido de novia que ya había comprado el abuelo» y, en fin, de las miles de oportunidades que esconde la vida detrás de cada último cuento. «Es hora de que cada uno de ustedes se ponga a la tarea de escribir el capítulo de una vida que empieza desde hoy, y que depende de nosotros. Los otros capítulos ya han terminado»…

Este escritor argentino, nació en una familia modesta. Se graduó como médico en la Universidad de Buenos Aires e hizo la especialidad de psiquiatría en el hospital Pirovano y en la clínica Santa Mónica, en Buenos Aires.
En su adolescencia, dada su procedencia familiar, trabajó de mozo o ayudante, vendedor ambulante, actor, animador de fiestas infantiles… En una palabra, no tuvo una adolescencia nada fácil.

Y yo que no era seguidora de este escritor, fui allí animada por mi amiga Pilar, pasé un rato memorable escuchando los cuentos de este increíble narrador.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El viaje







El viaje






Mientras miro a través de la ventanilla de este autobús lento y ruidoso, intento asimilar lo ocurrido desde hace unas siete horas. La llamada telefónica que me sobresaltó de madrugada. La salida precipitada hacia mi pasado.



Mi amiga dice que resulta más fácil viajar a Londres que a mi pueblo. Porque para llegar a él, no hay avión, ni tren, ni autovía. Tan sólo una carretera de caracol estrecha, que se abraza al monte como si fuera una boa. Y un autobús de línea que transita despacio como un gusano procesionario, para arribar en la plaza de ese pueblo blanco, arcaico, que quedó atrapado en otra época. Dónde las mujeres aún se peinan con roete y visten durante un año de luto, cada vez que muere un ser querido. Dónde velan a los muertos en sus casas dos noches seguidas arropados por la familia y todos los vecinos. Dónde todos creen que saben todo de las vidas ajenas…





Consigo abstraerme mirando a través del cristal rallado de la ventanilla, la lejanía de esos campos llenos de puntitos verdes, alineados e interminables que forman un empalizado de filas y columnas, un tapiz de olivares verdes. Mientras los recuerdos se van deslizando por mi mente como patinadores en una pista helada, patizambos en mi memoria resbalosa.



Entonces lo veo allí, sentado en su silla baja de anea, delante de la peana. Mientras lía meticuloso un cigarro de la petaca que guarda en el bolsillo interior de su chaqueta. Con sus dedos regordetes y ágiles. Lo puedo ver con su sombrero de fieltro verdoso, calado hasta las cejas, cuando mira su reloj con cadena y comprueba que es la hora del parte.Entra dentro de la cocina de paredes de piedra y se sienta a la mesa camilla. Conecta la tele y espera paciente la predicción del tiempo. Y ella, su mujer, siempre atenta, le lleva un vaso de vino blanco y un plato con aceitunas majadas, mientras termina de preparar la sopa de ajo.



La gata rubia restriega su lomo jorobado entre sus tobillos, ronroneando. Nunca lo deja solo. Y en sus ojos redondos y verdes veo reflejado un reproche a mi larga ausencia.



De pequeña nunca me importaba darle un beso sobre la barba blanca de tres días, aunque protestaba y le decía que pinchaba igual que las ortigas. Pero sus ojos cansados me sonreían cálidos y me decía:



-Anda ven que te voy a contar un cuento de pan y pimiento -y me sentaba sobre sus rodillas y me relataba la historia más increíble que pudiera imaginar, sobre los duendes y seres mágicos que habitaban dentro de los troncos de los olivos centenarios. No sabía entonces que la marea de la memoria, tarde o temprano nos devuelve los recuerdos que enterramos en ella.



Después de tres horas y media de viaje, me apeo en la plaza del pueblo. Lo primero que escucho es el tañir de las campanas que tocan a muerto. Mi madre siempre sabía si era por una mujer o por un hombre. Yo nunca supe en qué radicaba la diferencia pero hoy, muy a mi pesar lo sé.





El portón de nogal está entreabierto. Empujo y puedo ver un grupo mujeres de pelo gris con caras de pasas, que pululan chismorreando dentro del patio empedrado, bajo el parral, sorteando las macetas de aspilistras.



Arrastro sus miradas cansadas tras de mí, subo a su dormitorio, esquivando sus saludos. Ahí está, tendido sobre la cama torneada de madera. Lívido, enjuto y amortajado dentro de su traje negro. Me tranquiliza ver su cara. Refleja una expresión de paz dulcificada. Aunque lo encuentro extraño. Despojado de su barba blanca y pinchuda de mis recuerdos. Creo que me sonríe desde su quietud…





De nada sirve ya reprocharme la desidia por haber estado tan alejada, siempre absorbida por el trabajo. Por haber dejado que el tiempo y la distancia anestesiaran mis sentimientos. Por haber despertado a una llamada tardía, cuando no quedaba lugar, sino para la última despedida.



© Loli Pérez González





viernes, 20 de noviembre de 2009

Encuentro con Garriga Vela









Encuentro 3º Aniversario Club de lectura con el escritor:



Jose Antonio Garriga Vela






Porque los pensamientos, lo mismo que el deseo, no se eligen, sino que nos invaden. Nos someten sin que nosotros podamos hacer nada por evitarlo...



Con motivo del tercer aniversario de nuestro club de lectura, la Biblioteca nos obsequió con la visita y el libro de este escritor catalán de nacimiento, pero malagueño de corazón. Nos sorprendió su cercanía y calidez en el trato. Cómo respondió a todas nuestras preguntas y pasamos una tarde en que las anécdotas y los comentarios nos hicieron perder la noción del tiempo.



Leímos su novela “Pacífico” en mayo. Es un texto intimista que va desgranando poco a poco los sufrimientos y las emociones de sus personajes. Vemos cómo el autor renuncia a la acción y se va a la introspección de la mano de unos personajes desesperados.



Es una novela de silencios, muchos silencios. El ser humano no gestiona muy bien los silencios y esto puede llegar a crearle angustia.



También es una novela de miradas, de soledades, de personajes que están pendientes de su subjetividad, solitarios, tristes, abatidos por la desgracia. Van aceptando las cosas como les vienen y no se sumergen en la desesperación.



Algunas frases que me gustaron:



Pgna.92:… Lo mismo que hizo mi padre cuando se fue definitivamente de casa. Como si los sentimientos estuvieran hechos de pegamento y se fueran quedando adheridos al suelo, las paredes, las voces y las personas…

Pgna.94: …Pega el oído a la pared y escucha el sonido quieto del silencio. El sonido de la ausencia. Como si la pared fuera una gran caracola cuyo eco nos devuelve el inmenso vacío de la vida…

Pgna. 125: …Porque los pensamientos, lo mismo que el deseo, no se eligen, sino que nos invaden. Nos someten sin que nosotros podamos hacer nada por evitarlo…













domingo, 15 de noviembre de 2009

Hans Christian Andersen en Málaga



Había una vez...



Al lado de Hans Christian Andersen en Málaga



Aquí me hayo, sentada junto a la estatua en su honor realizada en bronce por escultor José María Córdoba y encargo de la Casa Real Danesa. Hans está sentando en un banco, en actitud relajada. Una escena que podría reflejar a la perfección algunos de esos momentos que el autor de La Sirenita pasó en nuestra ciudad durante los primeros días de octubre de 1862, y que recogió en su obra Viaje por España. Cautivado por la belleza de Málaga, por el mar, su luz y su gente, Andersen llegó a escribir que "en ninguna otra ciudad española he llegado a sentirme tan dichoso y tan a gusto como en Málaga". La obra invita a acercarse y a sentarse al lado de la figura del escritor, a admirar y sentir respeto por su obra y apreciar su forma pionera de viajar siendo uno de los primeros viajeros cultos del siglo XIX.

Hans Christian Andersen (1805-1875), como sabéis, (pero por si acaso copio y pego de la Wikipedia), fue un autor danés nacido el 2 de abril de 1805 en Dinamarca, y uno de los escritores de cuentos de hadas para niños más conocidos y queridos.

Nació en Odense y vivió una infancia de pobreza y abandono, criado en el taller de zapatero del padre. A los 14 años se fugó a Copenhague. Trabajó para Jonas Collin, director del Teatro Real, quien le pagó sus estudios.

Un día de 1844 escribió: “Hace veinticinco años llegué con mi atadito de ropa a Copenhague, un muchacho desconocido y pobre: y hoy tomé chocolate con la Reina.”

Como a todo buen escritor, cualquier tema le bastaba para levantar un cuento, un poema o una pieza teatral. "El soldado" se lo inspiró un soldado español de los que Napoleón envió a Dinamarca. Aquel muchacho le sonrió al niño que era Hans, lo cogió en brazos y le dio a besar una medalla de la Virgen que llevaba al cuello, hecho que no hizo mucha gracia a su madre, ya que la familia era cristiana protestante. Sin embargo, Andersen nunca olvidó la atención y la simpatía de aquel hombre, salvándolo del olvido con la composición citada que fue musicalizada por Robert Schumann y Edvard Grieg.

Una costumbre que Andersen mantuvo por muchos años, a partir de 1858, era narrar de su propia voz los cuentos que le volvieron famoso.

Citas

  • "La prensa es la artillería de la libertad".
  • "La vida de cada hombre es un cuento de hadas escrita por la mano del señor".
  • "Viajar es vivir".
  • "Disfruta de la vida. Hay mucho tiempo para estar muerto".
  • "La vida en sí es el más maravilloso cuento de hadas".
  • "La mayoría de las personas que caminen detrás de mí serán niños, por lo que mantendré los pasos cortos".
  • "Mi vida es una historia hermosa, feliz y llena de incidentes".

Entre sus cuentos más famosos:

La sirenita

El patito feo

El sastrecillo valiente

El traje nuevo del emperador

El soldadito de plomo

Las zapatillas rojas

La reina de las nieves