sábado, 30 de abril de 2011

Casa tapiada


Cada vez que pasaba por su lado, mis recuerdos gritaban,  atrapados dentro.
Necesito rescatarlos antes de que desaparezcan.

lunes, 25 de abril de 2011

Cartas



Hubo un tiempo que esperaba al cartero con impaciencia. Recibía una o dos cartas a la semana.  Cuando veía el sobre con la letra conocida y mi nombre, se me aceleraba el corazón. 
Cartas de un amor lejano, o de  amigos cercanos. 
Cartas que leía y releía y a veces guardaba o rompía. 
Y las más tristes, las cartas de despedida...
 Ahora ya sólo recibo las del banco y facturas.
Las cartas se han transformado en mails, que como no cuesta trabajo comprar el sello, escribirlas a mano, buscar un buzón... a veces sólo dar a la tecla reenviar y se llena el buzón de mensajes impersonales, algunos divertidos, otros culturales o cadenas engaña ilusos. 
Cuando recibo uno personal, para mí sola, de alguien querido, aún se me acelera un poquito el corazón.

sábado, 23 de abril de 2011

Segundo aniversario Cafeteando con vosotros!!!

Pues sí, ya son dos años aquí en esta pequeña ventana al mundo.  Gracias a vuestras visitas diarias, a vuestros comentarios que me transmiten la energía para continuar  explorando el mundo que me rodea  y poder compartirlo con vosotros.

Vamos por el siguiente :)

 FELIZ DÍA DEL LIBRO!!!!

miércoles, 20 de abril de 2011

Casas







Ya casi no quedan casas en esta ciudad.
Las derriban para hacer bloques de pisos. Me sorprende cuando encuentro alguna, escondida en una calle de barrio, un indicio de otra época. Imagino cómo serán sus habitantes y cómo habrán conseguido resistir a la presión inmobiliaria, a la humedad y las goteras del tejado. Y sobre todo al tiempo.
A veces se ven tristes y deshabitadas, otras con unas macetas tomando el sol, si tuviera que elegir una para vivir creo que sería  la puerta verde y la fachada encalada.

martes, 19 de abril de 2011

Mensajes en las paredes II

Todas las mañanas veo este mensaje en la pared.
Me pregunto a quienes se refiere.
Da que pensar.

lunes, 18 de abril de 2011

Mercadillo de Huelin











Era sábado, un día en que las horas tomaban dimensiones distintas. El mercadillo de Huelin se llena de gente y de toda clase de mercancías. Desde su taburete veía pasar a mujeres solas, madres con hijas, amigas, matrimonios que caminaban en la  misma dirección sin hablarse. Nadie reparaba en él. Había reunido unas cuantas cosas para vender, su mujer había tejido unos gorros, y en las tiendas le habían dado unos peluches, él había hecho algunos collares y pulseras. Hacía demasiado calor para ponerse el difraz naranja.
Escuchaba quejarse a los demas  de  lo largas que se hacían  las mañanas, agotadoras bajo el sol. Por el trajín de montar, desmontar el armazón del puesto. Extender y recoger el género. Vigilar que no les robasen.
A veces nota el pinchazo de la nostalgia, tan lejos de su tierra, injertado en esta ciudad llena de contrastes. Aunque con los años se siente de aquí y  su  hija ya va al colegio y juega con otros niñas.

Algunos le miran de reojo. Gente que pasa, se para, compra, regatea o sigue de largo y de vacío. Atraídos por el iman decolores, sabores, olores que se mezclan a lo largo del recorrido, y siente gritar: ¡barato, barato! a otros que como él venden cosas inútiles, para saciar la sed  consumista de comprar de todo sin necesitar de nada.


martes, 12 de abril de 2011

Desayuno literario


Ellos se marcharon y las palabras quedaron flotando entre los platos y vasos del café, vacíos. La servilleta le susurraba al trozo de tostada que le gustaría que se cumplieran  los sueños que escucharon durante ese desayuno. No eran habituales de la casa, pero les oyeron decir que les gustaba aquel local, con sus mesas de mármol y las sillas de madera. Ella miró debajo de la mesa, por si tenía alguna inscripción. Le echó dos azucarillos al café y lo removió lentamente mientras escuchaba la voz de su compañero de mesa. El tiempo se disolvió como el azúcar en el café, y pronto volverían de nuevo con sus libros publicados, y les contarían nuevas historias.

lunes, 11 de abril de 2011

El señor de las moscas, William Golding



En el club de lectura de la Biblioteca Provincian hemos comentado este libro. Ha sido una sesión muy interesante, dónde cada uno ha aportado una visión y unos datos muy enriquecedores a la lectura.
El Señor de las Moscas es un libro que trata sobre la condición del ser humano de  una manera muy pesimista. Escrita en 1954 por el premio Nobel, William Golding (1911-1993).
La historia se desarrolla durante la II Guerra Mundial.  Un avión se estrella en una isla perdida. Este avión transportaba un grupo de niños británicos de edades comprendidas entre los seis y los  doce años, y tras el accidente, ningún adulto sobrevive,  por lo que los niños deben buscarse la vida por sus propios medios,  a la espera de un rescate por parte de los mayores.
Cuando se empieza a leer, parece una historia normal de unos niños perdidos, que juegan, exploran, se bañan, comen frutos silvestres y no tienen demasiados problemas. Ralph, uno de los mayores, intenta aplicar unas normas de convivencia social. Convoca a todos con el sonido de una caracola,  que es el Tótem,  y es nombrado jefe. Al principio  todo va medio bien, casi todos colaboran en mantener el fuego encendido y construir refugios. Luego los  peques empiezan a tener pesadillas y el miedo se va transmitiendo como una onda expansiva a todos. Los mayores salen a cazar y a explorar el terreno para asegurarse de que no existen tales mosntruos.
Pero a medida que se sigue leyendo, la inquietud y el desasosiego se van apoderando del lector, el autor consigue transmitir muy bien hasta qué punto puede llegar la crueldad  del ser humano, el miedo, el autoritarismo, la amistad y también la traición.  La razón está en boca de un  Pigg, un niño miope, asmático y gordito  del que todos se burlan.
 El Señor de las Moscas es un brillante relato que incluye entre sus temas indispensables la necesidad de adaptarse ante circunstancias adversas, la violencia, el miedo en todas sus formas: a lo desconocido, a la incertidumbre, a los demás, y a la soledad.
Lo más atractivo de El Señor de las Moscas es su profunda y minuciosa reflexión social, donde las buenas intenciones y las tensiones entre los niños, al principio suaves y llevaderas, se convierten en una lucha violenta y desgarradora entre dos bandos no muy bien diferenciados, con consecuencias increíblemente arrolladoras. La condición metafórica del libro deja en evidencia la idiosincrasia del ser humano de una forma dura, cruel y tajante.
El título no es aleatorio. Según ha investigado nuestro compañero Juande,  Belcebú, era usado por los hebreos como una forma de burla hacia los adoradores de Baal  debido a que en sus templos, la carne de los sacrificios se dejaba pudrir, por lo que estos lugares estaban infestado de moscas, llamado  El señor de las moscas.
No es facil de leer, pero merece la pena y más si se puede comentar con  más lectores, ahí copio unos párrafos que me gustaron mucho.


Caminaron juntos, como dos universos distintos de experiencia y sentimientos, incapaces de comunicarse entre sí.


Advirtió que al fin se explicaba por qué era tan desalentadora aquella vida, en la que cada camino resultaba una improvisación y había que gastar la mayor parte del tiempo en vigilar cada paso que uno daba.


El mundo, aquel mundo comprensible y racional, se escapaba sin sentir. Antes se podía distinguir una cosa de otra,  pero ahora... y, además, el barco se había ido.


jueves, 7 de abril de 2011

Un paseo por calle Larios



Uno de mis deseos no cumplidos es pasear en un coche de caballos, por el centro de la cuidad.
Otro, que cumplo cada vez que puedo, es caminar por calle Larios, a cualquier hora del día y disfrutar de la multitud de imágenes, música y personajes que se encuentran.

Bob Esponja se fuma un cigarrito y descansa mientras llega la hora punta.


Un señor mayor arranca notas musicales a un serrucho.




 Hasta los maniquíes, se asoman a escuchar la música de los violines.




La plaza de  la Constitución prepara para recibir  la Semana Santa, después del Festival de cine.






martes, 5 de abril de 2011

Mensajes en las paredes





Así es esta ciudad.
Lo mismo te puedes perder por sus rincones enigmáticos, que topar con mensajes de estos.
Si los borran los vuelven a escribir.
No son profundos. O tal vez sí.

domingo, 3 de abril de 2011

Mapas y Compañía, Librería


               Hay rincones mágicos  que no vemos, que  se nos ocultan hasta que alguien especial nos ayuda a descubrirlos.  Habré pasado más de una vez por delante de la puerta de esta librería, y  nunca había reparado en ella.
               Las librerías son para mí como entrar a un mundo de posibilidades  infinitas, llenas de multitud de historias posibles, de vidas, viajes, aventuras por vivir. 
              En  esta, se respira el aire de la aventura, el deseo de viajar, en esa  atmósfera especial llena de luz   que invita a ojear sus libros y dejarse transportar en el tiempo y el espacio.
              Está en Calle Compañía,  no muy lejos del Museo Carmen Thyssen.

sábado, 2 de abril de 2011

El compañero de viaje, Curzio Malaparte



Este lunes comentamos en el club de lectura de Centro Andaluz de las Letras, CAL, un libro pequeño, pero a la vez, emocionante e intenso.
El Compañero de Viaje es sin duda un canto a la dignidad humana, una cualidad del hombre que nunca deja de estar de actualidad y que siempre se encuentra presente y a su lado, y nos muestra en apenas setenta páginas que los sentimientos, las alegrías y desventuras humanas son  universales. Conmovedor, directo, entrañable, idealista o humano, son algunos de los calificativos que encajan perfectamente con este relato corto, que a pesar de su extensión, no desmerece en nada por su contenido.

Curzio Malaparte, seudónimo de Kurt Erich Suckert (Prato 1898, Roma 1957) mezcla de "intelectual de acción" (de padre alemán y madre italiana) y aventurero,  resultado del convulso período de entreguerras. A la vez fascista  y comunista. Ejercía tanto de periodista de guerra como de director de cine o de escritor.
Malaparte (seudónimo escogido en contraposición al nombre de Napoleón Bonaparte) trasgrede los límites de la escritura con una prosa cercana, directa y sin artificios, muy próxima en su concepción y plasmación a ese emergente neorrealismo cinematográfico italiano (no en vano dirigió varias películas) y llega a las entrañas del lector sin avisar, dejándole marcado con una estela de existencialismo nada intelectual, pero desgarrador e impune a la mentira.
El Compañero de Viaje nos narra las aventuras del soldado Calusia, desde que parte de Escila (Calabria) a Nápoles, con el cadáver de su teniente a lomos de un burro dentro de una caja de madera donde transporta el cuerpo, hecha con sus propias manos. El relato de tal viaje nos proporciona la posibilidad de asistir a una serie de injusticias ante las que Calusia no se pliega y que cabría resumir en el siguiente párrafo: "no es culpa mía, no es culpa vuestra si hemos perdido la guerra. Pero la guerra contra los ladrones no quiero perderla. Debemos ayudarnos unos a otros a hacer la guerra contra los ladrones, porque los ladrones son los verdaderos enemigos de Italia". ¿Acaso caben mayores dosis de sinceridad y dignidad?

Una vez más, la Editorial Alfama demuestra un gusto exquisito por los títulos que edita, en este caso dentro de la colección Ficciones,  con la traducción de Paula Caballero Sánchez.